2. El miedo
No se juega con el miedo porque el miedo
puede ser un arma de defensa propia, una forma
inocente o culpable de coraje. El miedo nos abre
los ojos y nos cierra los puños y nos mete en el
riesgo desaprensivamente. Andamos por el mundo
con el miedo a cuestas como si fuera un pudor
obligatorio o en su defecto una variante del fracaso.
Tal vez sea el mandamiento o quizás el mandamiedos
de alguna desconocida ley, de un dios
cualquiera. Por las dudas, una buena fórmula
contra el miedo puede ser la que dejó escrita el
bueno de Pessoa: «Espera lo mejor y prepárate
para lo peor».
-M.B.
26 feb 2010
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